La princesa y el guisante
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Había una vez un príncipe que ya había cumplido los 30 años y le estaban obligando a casarse. Aunque el príncipe no estaba muy convencido de la idea, intentaba complacer los deseos de su madre, la reina.
El problema era que su madre no aprobaba a ninguna de las candidatas pues siempre encontraba algún defecto en todas las novias que el joven le presentaba: demasiado alta, demasiado baja, demasiado habladora, demasiado callada, demasiado fea, demasiado joven... etc, etc.
Sin embargo, el joven príncipe no perdía las esperanzas de encontrar a la princesa indicada y su madre siempre le decía: "Lo que más deseo es que te cases con una verdadera princesa, no quiero una impostora en mi reino".
El príncipe recorrió los siete reinos pero no halló princesa alguna que fuera del agrado de la reina y ya estaba cansado y fastidiado de buscar.
Una noche hubo una gran tormenta con vientos, rayos, truenos y centellas. Estaban todos en el palacio refugiados cuando de repente alguien llamó a la puerta.
- ¿Pero quién puede ser? ¿Quién puede estar allí en medio de esta terrible tormenta? - se preguntó la reina.
Al abrir vieron a una joven que estaba completamente empapada y llena de barro. Le dieron refugio y la muchacha dijo que era una princesa perdida. Todos se quedaron muy extrañados y no le creyeron, especialmente la reina que al ver a la joven pensó que solo era una pobre andrajosa.
La muchacha se bañó y se puso vestidos limpios y era muy hermosa. A la hora de dormir la reina ordenó poner varios colchones uno encima del otro y debajo de los colchones colocó un guisante.
- Sólo una verdadera princesa puede notar un guisante debajo de estos colchones - pensó la reina
A la mañana siguiente cuando la joven despertó la reina le preguntó en tono de burla:
- ¿Qué tal has dormido?
- Lamento decir que he pasado una noche terrible. Había algo como una pequeña piedra que no me dejaba dormir, estuve muy incómoda.
Entonces todos se quedaron asombrados y comprobaron que en realidad aquella joven sí era una verdadera princesa, pues sólo una princesa podría ser tan sensible y delicada.
Entonces el príncipe le propuso matrimonio pero la princesa le dijo que la disculpara pero que no deseaba casarse y que debía regresar lo antes posible a su palacio. La reina se enfadó y el príncipe sonrió con alivio, pues comprendió que la princesa perfecta en realidad no era lo qué él quería como esposa.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Autor historia original: Hans Cristian Andersen
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