La casa de los fantasmas
Un día cuando papá tenía unos 8 años, se puso a jugar en el patio de atrás, eran como las seis de la tarde y ya estaba cayendo el sol. Una extraña presencia le hizo mirar hacia el árbol y descubrió que la copa estaba totalmente cubierta por una telaraña de hilos dorados muy brillantes. Se sorprendió muchísimo y llamó a gritos a sus padres quienes fueron corriendo al escucharlo. Lo abrazaron y le dijeron que se quedara tranquilo que no era nada, pero él veía con mucha nitidez la gran telaraña dorada que resplandecía con los últimos rayos del sol. Sus padres se asustaron y le dijeron que se metiera dentro de la casa.
Al día siguiente, una vecina (que era un poco cotillera) le preguntó a la abuela de mi papá quién era el señor que había estado toda la tarde parado al lado del árbol de mamón. Ella se quedó pensativa y le dijo que nadie había estado allí parado… pero la señora insistió diciendo que era un hombre muy alto, de tez clara, vestido totalmente de blanco y con un sombrero de ala corta. La descripción de esa persona no coincidía con ninguno de los habitantes de la casa, ni siquiera de amigos o allegados, así que la abuela de mi papá se inquietó un poco, aunque ya estaba acostumbrada a recibir sustos en aquella casa.
La abuela de mi padre siempre escuchaba cosas extrañas que no podía explicar. Por ejemplo, cada vez que se ponía a fregar o a cocinar le tocaban la ventana y escuchaba un llamado lejano “jiiiiipa” cuando salía para ver quién era no había nadie. Otras veces cuando estaban en el recibidor escuchaba cómo se abría la puerta del trastero la cual tenía un sonido característico al abrir y otro sonido chirriante para cerrar… cuando se acercaba para ver ¡la puerta estaba cerrada!
Papá contaba que una noche estaban todos en el patio trasero conversando y tomando limonada, cuando de repente escucharon el aleteo de un ave enorme que zumbaba pesadamente, todos se quedaron atentos esperando ver al pájaro, pero no se veía nada. Sin embargo, seguían escuchando el aletear de un animal grande y una de las ramas del árbol de mamón se dobló sacudiendo toda la copa. Estaban petrificados pues no podían ver qué animal era el que estaba parado en la rama. El hermano mayor de papá arrojó una piedra hacia donde se suponía que estaba el gran pájaro, de inmediato se escuchó una risotada escalofriante como de bruja y el ave alzó vuelo. Podían escuchar el sonido de las pesadas alas y sentían la brisa que generaba el movimiento del pájaro, pero... ¡no se veía nada!
Papá contaba también que cuando tenía unos 14 años, se puso algo rebelde y desobediente con su padre y éste lo castigó quitándole el habla por una semana. Durante esos días mi padre se puso a buscar en su cuarto unos libros de cómics que tenía guardados en un baúl, frente a la puerta de esa habitación quedaba un curto de baño y su padre estaba allí afeitándose la barba. Mi papá volteaba a mirar a mi abuelo de vez en cuando y seguía buscando sus libros tranquilamente, se quitó la camisa porque estaba haciendo mucho calor (Valera es un pueblo muy caliente), y de pronto, cuando estaba afanado buscando en el fondo del baúl, sintió en su espalda cinco uñas clavadas con saña. Giró rápidamente creyendo que había sido su padre… pero no había nadie detrás de él, su papá estaba todavía afeitándose. Se acercó algo asustado y le preguntó a su padre si él lo había tocado, pero éste le contestó airadamente que seguía muy molesto por su comportamiento. Esa misma tarde mi padre se disculpó con mi abuelo y prometió portarse bien.
Por otra parte, todos en la casa, incluso amigos y visitantes en algún momento escuchaban un sonido inquietante: como si una vasija de monedas fuera volteada en el piso, se podía escuchar gran cantidad de dinero cayendo copiosamente sobre las baldosas. Este sonido era frecuente en la casa y se escuchaba a distintas horas y en diferentes meses del año. Unos amigos le sugirieron a la familia que podía haber en la casa un “entierro”. En época de la colonia la gente acostumbraba a enterrar sus riquezas tales como monedas, joyas y documentos importantes, pero muchas veces los dueños de las casas se morían y nadie sacaba esos tesoros enterrados. Como la casa donde vivía mi padre era muy vieja, creían que podía haber uno de esos "entierros" en alguna parte. Sin embargo, otras personas advirtieron a la familia que ese tipo de cosas eran muy delicadas y que el alma del difunto debía darles permiso para poder sacar ese entierro, de lo contrario la familia y los que sacaran el tesoro podían sufrir desgracias y desventuras.
Dos de los hermanos mayores de mi papá se interesaron en el tema y quisieron averiguar si el fantasma quería darles su tesoro. Un buen día se armaron de valor y comenzaron a armar un plan para hablar con el difunto dueño del entierro. Los dos hermanos junto con un amigo de la cuadra se quedaron hasta las 12 de la noche esperando a ver si veían o escuchaban algo, pero a medida que pasaba el tiempo se fueron fastidiando así que uno de ellos buscó una botella de licor para pasar el rato y darse valor. Pasada la medianoche ya estaban bastante ebrios y hablaban en voz alta llamando al fantasma e invitándolo a manifestarse. El amigo que estaba allí de repente se asustó mucho, se le quito la borrachera y dijo que tenía que irse a su casa de inmediato… salió corriendo y no quiso participar más de esa aventura. Los otros dos se quedaron tomando y hablando hasta quedarse dormidos. A la mañana siguiente mi abuela estaba molestísima y los mando a bañar y a limpiar el reguero que habían dejado.
Mis tíos siguieron con la idea de buscar el entierro y llamaron a un par de campesinos para que cavaran en el patio trasero ya que allí era donde se veían más cosas extrañas. Los hombres iniciaron su pesada tarea con pala y pico y abrieron un hueco al lado del árbol de mamón, siguieron en esta tarea hasta que para sorpresa de todos llegaron a una parte donde había un sobre piso de concreto, tocaron con la pala y le dijeron a todos que habían encontrado algo. Mi abuelo corrió hacia el patio y ordenó que cerraran el hueco, mis tíos suplicaron que los dejara ver qué había abajo, pero mi abuelo se mantuvo firme y no permitió que rompieran el piso de concreto.
Cuando papá cumplió 17 años mi abuelo murió y la familia decidió mudarse a Caracas, la capital de Venezuela, para que los chicos tuvieran mejores oportunidades de trabajo y de estudio. Decidieron alquilar la casa a una señora que era amiga de la familia y al poco tiempo de haberse mudado la señora llamó para decirles que ya no quería vivir más en esa casa. Sorprendida mi abuela le preguntó por qué había tomado esa decisión, a lo que la señora respondió que estaba muy asustada porque escuchaba cosas extrañas, había ruidos, escuchaba que la llamaban y siseaban todo el tiempo y para colmo un día cuando estaba fregando sintió que la abrazaron por la espalda ella creía que era su hijo, pero al voltear no había nadie, así que se desmayó. Cuando el hijo llegó la encontró tirada en la cocina. Mi abuela se quedó callada y seria, parece que esta vez se le había ido la mano al fantasma de la casa.
El cuento de la casa embrujada se regó por el pueblo y nadie quería alquilarla. Así que le pidieron a un conocido que le diera una vuelta de vez en cuando, que abriera las puertas y ventanas para que se ventilara un poco y que regara las plantas. Así lo hizo el muchacho, una vez por semana iba y abría la casa, limpiaba un poco, regaba las plantas y luego se iba. Hasta que un buen día el hombre entró y se sintió algo extraño, como si hubiera alguien en la casa, ni siquiera quiso regar las plantas y cuando iba a salir un gato que merodeaba por allí lanzó un maullido escalofriante y se arqueó, luego pegó un salto tan alto que se montó en el techo de la casa . El muchacho salió corriendo, estaba temblando de miedo pero se dio cuenta de que con el susto había dejado las llaves olvidadas sobre la mesa… angustiado pensaba cómo pasar a buscarlas, hasta que al cabo de unos minutos vio a un muchacho que pasaba por allí vendiendo café, lo llamó y le pidió el favor de que le buscara las llaves. El hombre llamó a mi abuela y le dijo que no volvería.
La casa de los fantasmas estuvo sola durante años, hasta que decidieron ponerla en venta, desde entonces nunca más se supo sobre las extrañas cosas que allí ocurrían. Pero si alguna vez van por Venezuela y de casualidad les da por visitar un pueblito llamado Valera, pregunten si hay una casa en donde pasan cosas muy extrañas, es posible que alguien les dé razón, incluso es posible que se lleven ¡un gran susto!
L.D. Araujo Morales
Apuntes sobre el Cuento |
Enseñanza/Moraleja: En los pueblos y aldeas siempre hay cuentos y leyendas curiosas
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Edad recomendada: A partir de 6 años
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Qué se trabaja: Aquí más que nada hablamos de temas fantásticos, mitos y leyendas que cuenta la gente para entretenerse.
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Valores: Cultura popular
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Propuesta educativa de trabajo: Después de leer el cuento puedes comentar con tu hijo/a alguna historia, cuento, mito, leyenda de la cultura popular de tu pueblo o el pueblo de los abuelos. Cuando no existía la televisión la gente contaba historias para entretenerse. |
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