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La cucarachita Martínez

La cucarachita Martínez y el ratón

La cucarachita Martínez

Había una vez una cucarachita muy pero que muy guapa, trabajadora y aseada. De ojos negros y piel morena, su nombre era Cucarachita Martina Martínez. Un día estaba barriendo el frente de su casa mientras su vecina doña Rata la observaba, cuando de repente se encontró una moneda de plata. Al verlo se quedó pálida y su corazón se aceleró de la emoción. Sus manos temblorosas recogieron la moneda, mientras miraba con disimulo a todos lados. ¡Ay de ella si hubiese perdido la serenidad!

 La Cucarachita Martínez, rápida como una gacela, guardó la moneda en el bolsillo del delantal. Pero aunque ella quiso ser discreta, las noticias vuelan muy de prisa.

 ¿Es cierto que la Cucarachita Martínez se encontró una moneda de plata? -preguntó el Cocuyo, apareciendo por la ventana.

 -Sí, sí es verdad -contestó el Burro sacudiendo sus largas orejas-. La fortuna le ha sonreído. Fíjese que la hermosa cucarachita ha sido agraciada con el don de la riqueza.

 - Mi querida Cucarachita, ¿cómo estás? ¿cómo te va? Que alegría verte. ¡Ay niña! Pero si estás de lo más guapa... ¿Cómo haces para lucir siempre tan impecablemente bella? - dijo la cotorra - Mira cariño, tengo en mi boutique unos perfumes encantadores que te harán mucho favor con ese talle cimbreante que tienes. ¿Por qué no te acercas hasta mi atelier de moda? ¿Sabes?, tengo un establecimiento muy refinado y elegante.

 Antes de que la cucarachita pudiera responder a doña cotorra la interceptó un periodista poniéndole un micrófono y tomándole fotos.

 - ¡Tanto gusto, señorita Martínez! Yo soy Pica-y-huye, “reporter” de "El Animal Independiente". Ya lo sabe usted nuestro primer periódico informativo ¿Qué se siente convertirse en millonaria de la noche a la mañana?  

 La Cucarachita no encontraba que contestar. Y todavía fue mayor su sorpresa cuando al día siguiente, pudo leer en las columnas del “Animal Independiente" la entrevista que le había hecho el Pica-y-huye.

El reportaje le valió a Pica-y-huye un aumento de sueldo en el periódico.

 Aquél reportaje fue leído por muchos animales de la ciudad. Uno de los lectores, el Gato, exclamo en voz alta:

 - ¡Vaya! Esto es magnífico. ¡Que chica tan lista! ¡Y bella! -agrego al ver el retrato-. Es inteligente, bonita, riquísima. !Madre mía!

 El Gato era un aristócrata, descendiente de antiguos marqueses, pero a decir verdad estaba arruinado, y en buscaba una buena dote. Y se le antojaba muy apetecible la cucarachita Martínez.

 La Cucarachita Martinez gozaba de todas las dulzuras de su reciente prosperidad; pero, al mismo tiempo de todos sus inconvenientes.

 -¿Y que haré con mi moneda de plata? -se repetía, y su interrogación iba adquiriendo un tono siempre mayor de saciedad y de angustia.

 - Viajar le contestó la Golondrina- ... ¡Oh! ¿Puede haber algo tan hermoso como viajar?

La serenidad, el silencio de un sitio tranquilo y apartado -replicó el Puerco- La verdadera felicidad consiste en el perfecto reposo. Un lugar plácido donde envolverse en la ventura de la paz interior... Eso es lo que se debe buscar.

Qué viajar ni que paz ¡Cásate, Cucarachita Martinez! - aconsejó la Gallina- No hay placer más grande que el de sentir una familia en torno suyo... 

-¿Y que haré con mi monedita? –murmuraba, ya casi llorando, la Cucarachita.

-Yo te ofrezco mi amor; yo soy todo amor, únicamente amor -dijo el Chivo-. Ven, dame tu mano, cásate conmigo.

-¡Ay, chivo, no te creo nada! - contestó la cucarachita.

El gato también le ofreció la aristocracia de su alcurnia. ... EI Caballo una existencia de deportes y agitación... El perro una vida hogareña y alegre.

-!Ay, no, no! No me decido -decía la Cucarachita. Estaba otra vez a punto de llorar.

Pero el ratón no prometía nada. Estaba quieto y callado, mirando a la Cucarachita sin mover ni la punta del rabo, y sus dulces ojos negros transparentaban una resignada melancolía.

-¿Y tú Ratón, no me ofreces nada?

-Nada cucarachita Martínez -respondió suspirando-. ¿Que podría ofrecerte yo? Hubiera sido para mi un sueño dorado casarme contigo y estar todos los días, todas las horas, todos los instantes de mi vida, contemplándote como ahora. ¡Eres tan hermosa, Cucarachita Martínez! Siempre te he amado en secreto, pero ahora eres completamente inalcanzable para mí.

El corazoncito de la Cucarachita Martínez latía con fuerza.

-Ratón, me voy a casar contigo - anunció decidida.

Así que se comprometieron y fijaron la fecha de la gran boda.

La noche de la fiesta, estaba cálida y serena. De vez en cuando la brisa traía los perfumes del jardín. La La cucarachita y el ratón estaban enamorados contemplando el cielo lleno de estrellas.

-¿Me quieres?

-Sí, te quiero.

-¿Me vas a querer siempre?

-Eternamente.

-¿Cómo cuanto me quieres?

-Como de aquí a las estrellas

-Yo también mi ratoncito.

Llegó la hora de la cena, y el chocolate fue puesto a hervir en una enorme olla. Doña rata lo batía vigorosamente con el molinillo.

-¡Qué rico está! -murmuraba el ratón, inclinándose al borde de la olla, mientras su naricita olfateaba con delicia el espeso aroma que emanaba del líquido apetitoso y humeante.

-¡Cuidado! -gritó de pronto la Cucarachita.

-¡Cuidado! -gritaron en coro todos los animales volviendo la cara al oír la exclamación.

Era demasiado tarde. El ratón se había inclinado en exceso sobre la enorme olla. Quizás los vapores lo marearon al envolverlo. Quiso agarrarse del borde de la olla, que estaba tan caliente que lo quemó; Se resbaló y cayó dentro.

  -¡Ayyyy...! -gritó la Cucarachita Martínez, y se desmayó.

 Mientras el conejo y la gallina se ocupaban de ella, Doña rata trató en vano de salvar al pobre ratón.

 -¿Qué hará ahora la pobre Cucarachita? -se decían todos.

 La Cucarachita Martínez se retiró a hacer vida monástica. En lugar de sus galas y sus lacitos azules, vistió oscuros hábitos y empleó su fortuna en obras de misericordia. Por eso, la vemos sólo muy de vez en cuando.

Aparece de noche, siempre en silencio, y con su traje oscuro, recorre furtivamente caminos solitarios, y se esconde con rapidez cuando la sorprenden.