Había una vez un lindo pueblito donde la gente vivía feliz y tranquila, tenían un parque un pequeño zoológico, un río donde se bañaban los niños y adultos y pasaban felices días.
Sólo había una cosa que les causaba intranquilidad a los habitantes de ese pueblo y era que tenían en las afueras del pueblo, en lo alto de una colina, un castillo abandonado. En noches de luna llena los pueblerinos creían ver un fantasma que se asomaba por una de las ventanas del castillo y las personas que pasaban cerca de allí por las noches, decían que se escuchaban ruidos extraños y fantasmagóricos. Todos pensaban que el castillo estaba hechizado y que sus dueños lo habían abandonado por temor a los fantasmas. Nadie se acercaba al lugar, mucho menos los niños.
Un día visitó el pueblo un niño llamado Juan, al que todos conocían como “Juan sin miedo” ¿que por qué lo llamaban así? Porque Juan no le tenía miedo a nada.
En el pueblo lo recibieron sus amigos: Samuel, Aquiles, Camila y Andrea quienes llevaron a Juan a conocer todo el pueblo y sus alrededores. Pasearon en el parque, vieron los animales en el zoológico, se bañaron en el río y merendaron en sus riberas. Luego caminaron por la placita y le mostraron las calles y avenidas del pueblito.
Juan, que era muy curioso, les preguntó: ¿Por qué no me han llevado a conocer el castillo que está en las colinas?
Los niños se asustaron y Camila, poniendo los ojos como platos dijo:
- ¡Noooo, Juan allí no podemos ir nunca!
- ¿Por qué? Preguntó Juan sin miedo.
- Porque allí hay fantasmas, dijo Andrea.
- Sí, ese es un castillo embrujado, aseguró Santiago.
Juan sin miedo, se echó a reír y exclamó:
- ¿Fantasmas? ¿Castillo embrujado? Ja, ja, ja, ja, ja.
- Así es, dijo Samuel, nadie visita ese castillo, ya que según dicen hay fantasmas y se escuchan ruidos extraños. Está abandonado desde hace mucho tiempo.
Y Juan riéndose les dijo:
- Pues yo no creo en fantasmas y se me acaba de ocurrir una idea.
- ¿Qué idea?, preguntó Camila.
- Vamos a pasar una noche en el castillo para investigar qué es lo que realmente pasa allí. ¿Qué les parece?
Los niños estaban asustados, pero también emocionados, así que aceptaron.
- Muy bien dijo Juan, mañana vamos a estar en el castillo a las 6:00 de la tarde, iremos preparados, cada uno debe llevar una bolsa de dormir, algo para cenar, cobija, velas, fósforos, linternas y agua.
Al día siguiente llegaron a la hora acordada al castillo, de cerca se veía más grande e impresionante, la puerta principal estaba abierta, así que se instalaron en una enorme sala y se pusieron a conversar.
Pronto oscureció y los niños encendieron sus velas y las colocaron en unos suntuosos candelabros que encontraron, no había electricidad. Este castillo según le contaron los niños a Juan, había sido abandonado hacía muchos años y casi ninguna persona del pueblo se acercaba allí.
De pronto, escucharon un silbido: fiuuuuu, fiuuuuuu
- ¿Qué es eso? Dijo Aquiles ¿lo oyeron?
- ¡Vamos enciendan sus linternas! Exclamo Juan. Vayamos hacia aquel lado que de allí viene el sonido.
Todos fueron caminando sigilosamente y al llegar a una habitación vieron que una de las paredes tenía un agujero por donde se colaba el aire y se producía un sonido similar a un silbido.
- ¿Visteis? Dijo Juan - esto es lo que pasa, no es un fantasma, vamos a tapar este hueco. Así lo hicieron y no se escuchó más el silbido.
Regresaron a la sala y retomaron su conversación cuando de repente escucharon unos golpes que venían de otra habitación: pum, pum, pum.
Todos tomaron sus linternas y nuevamente se pusieron en marcha en silencio y con mucho cuidado. Juan abrió rápidamente una puerta y allí estaba, una ventana que no estaba bien asegurada se abría y cerraba bruscamente al soplar el viento.
De nuevo Juan exclamó con alegría:
- Mirad esa ventana no cierra bien y al soplar el viento golpea contra el marco y se produce ese ruido. Así que Juan caminó decididamente y cerró bien la ventana, asegurándose de que quedara bien fija.
Los niños se sentaron de nuevo en la sala y ahora hablaban mucho más animados sobre lo que pasaba cuando inesperadamente escucharon un agudo chirrido.
- ¿Qué es eso? Preguntó Camila
Todos escucharon atentamente y Juan dijo:
-Viene de aquel pasillo.
Fueron allá y vieron la puerta de una habitación que se movía lentamente, con la suave brisa y chirriaba. Juan se acercó y la revisó, descubriendo que sus bisagras estaban oxidadas.
-Necesita aceite para que no suene.
Se aseguraron de cerrarla bien para que no siguiera haciendo ruido. Una vez más en la sala, se reían, cuando Andrea, mirando fijamente hacia el piso de arriba del castillo exclamó:
- Samuel, mira un fantasma ¿Qué está pasando?, Samuel la tomó de la mano para que no tuviera miedo.
Todos miraron hacia arriba y observaron lo que parecía una visión fantasmal. ¡Sí había un fantasma que se movía de manera ondulante! Los niños abrían sus ojos asustados, pero Juan les dijo con firmeza:
- No tengan miedo, vamos arriba, investiguemos ¡los fantasmas no existen!
- Sí, -dijo Samuel- es verdad, investiguemos.
Subieron por las escaleras uno detrás del otro: Juan, Samuel con Andrea agarrada de su mano, que le decía susurrando: tengo miedo Samuel, y él le respondía: tranquila que yo te cuido. Luego seguían Camila y Aquiles.
Todos veían como se movía el fantasma, pero seguían acercándose valientemente. ¿Y qué vieron? Pues… se dieron cuenta de que era una cortina que ondulaba con el aire que entraba por una ventana abierta.
De regreso a la sala, se disponían a dormir, cuando Samuel les dijo:
- ¡Oigan! ¿Qué es ese ruido que viene de las paredes?
Todos se quedaron atentos escuchando. Y sí, se oía un corretear.
- Ya sé, dijo Camila, son ratones que hay en el castillo, como tiene tanto tiempo abandonado.
- ¡Sí, eso es! Corroboraron todos.
En efecto, vieron unos ratoncitos corretear por unas paredes que al percatarse de que los niños estaban allí, se asustaron y se escondieron.
Los niños decidieron que ya era hora de descansar, además tenían hambre, de modo que cada uno sacó su sándwich, fruta y jugo y cenaron. Luego se cepillaron los dientes para después abrir su bolsa de dormir y se acostaron contentos.
Al amanecer fueron alegres a contarle a toda la gente de del pueblo lo que habían descubierto en el castillo. A Juan se le ocurrió otra de sus ideas y se la propuso a sus amigos:
- ¿Qué les parece si restauramos entre todos el castillo e invitamos a gente de otros pueblos y ciudades a visitarlo?
- ¡Sí! Dijo Samuel, será un sitio turístico y el pueblo será conocido.
Camila, Aquiles y Andrea estuvieron de acuerdo y les propusieron la idea a todos los habitantes del pueblo, quienes lo aprobaron.
Se reunieron en el castillo: pintores, albañiles, decoradores, costureras, carpinteros, plomeros, ingenieros y arquitectos y entre todas las personas adultas del pueblo, y sus niños, lo reconstruyeron y repararon.
Mucha gente fue a visitar el gran castillo y a escuchar la historia que los niños contaban, la cual les parecía muy interesante y graciosa. Así termina este cuento de Juan sin miedo y sus amigos Samuel, Camila, Andrea y Aquiles, quienes, por cierto, fueron amigos por siempre.
Betty E. Morales O.
Apuntes sobre el Cuento |
Enseñanza/Moraleja: Todo tiene una explicación lógica
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Edad recomendada: A partir de 5 años
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Qué se trabaja: Incentivar la visión crítica y analítica así como la curiosidad y la innovación. Atreverse a ser diferente.
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Valores: Análisis, curiosidad, innovación, pensamiento crítico
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Propuesta educativa de trabajo: Después de leer el cuento puedes comentar con tu hijo/a sobre personajes que han desafiado el la “lógica y el pensamiento establecido” para dar paso a nuevas cosas, avances y evolución de nuestra sociedad. |
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