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👑 El príncipe Jalma. Los zapatitos de hierro

El príncipe Jalma

El príncipe Jalma
Los zapatitos de hierro

Versión Libre

Había una vez una princesa que no quería casarse pero sin embargo, sí deseaba tener un hijo. Era lo único que quería en la vida. Todos los días iba a la iglesia a rogar para que Dios le diera el milagro de un hijo. El padre de la iglesia la escuchaba cada día cómo rezaba, lloraba y suplicaba.

Un día dejaron en la puerta de la iglesia a un bebé abandonado y el padre tuvo la idea de entregarselo a la princesa para que lo criara como su hijo. Entonces se presentó en el palacio llamó a la princesa y le dijo que Dios había escuchado sus plegarias y le había dejado ese bebé en la iglesia.

La princesa se llenó de gran dicha y crió al niño como suyo, lo lleno de amor y atenciones. Lo cuidó con gran esmero y cariño. El niño fue creciendo hasta convertirse en un chico bueno y gentil. Pero una de las criadas al ver la fortuna del muchacho y la felicidad de la princesa se sintió llena de envidia y puso un brebaje encantado en la comida del jóven.

Cuando el príncipe comió aquella comida embrujada su rostro se transformó en la cabeza de un jabalí y su aspecto se volvió monstuoso y terrible. La criada se hechó a reir y se burló de él por lo que fue castigada a vivir en el destierro en los confines del mundo, pero su crueldad ya había hecho daño al pobre príncipe. La malvada mujer sentenció: sólo podrás liberarte del encantamiento si logras que una mujer te ame y se case contigo.

La princesa hizo todo lo posible por ayudar a su amado hijo, pero ninguna mujer quería casaerse con él.  Al verlo se desmayaban o salían corriendo. El muchacho ya frustrado y triste le pidió a su madre que lo dejara ir, pues ya no quería seguir padeciendo el rechazo y las miradas horrorizadas de todos.

Con mucho pesar la princesa permitió que su amado hijo se marchara, pero ordenó que le entregaran varios sacos de oro y plata para que pudiera vivir. El joven no quería aceptarlo pués consideraba que de nada le servían aquellas riquezas, pero aún así cargó con el oro.

Su adentró en lo profundo del bosque y encontró un enorme árbol con un tronco muy grande y hueco. Se metió dentro y se quedó a vivir allí. 

Un buen día un viejo leñador pasó por esos parajes era un hombre muy pobre. Todos los días llevaba la leña a la ciudad y la cambiaba por comida para su mujer y su hija.

El leñador vio aquel gran árbol y pensó que sacaría mucha leña de él, pero cuando dio un golpe escucho unos lamentos. Luego del tronco salió un ser con cuerpo humano y rostro de jabalí y que le dijo:

–Me has herido y morirás por esto.

El viejo se excusó, diciendo:

–Señor, perdóneme. Soy muy pobre y vengo a buscar leña para mantener a mi mujer y a mi hija.

–¿Tienes una hija?–dijo el extraño ser.

–¡Oh! sí, señor–dijo el viejo.

–Pues bien–le dijo el– te perdono la vida si me das a tu hija por esposa; y si no, morirás. Dentro de ocho días te presentarás aquí con la contestación. Si ella quiere o no quiere, debes venir para decírmelo. Y ahora abre el tronco de este árbol y hallarás mucho oro. Puedes llevarlo a tu mujer y a tu hija. Pero no le digas cuál es mi aspecto.

El viejo cortó el árbol y adentro halló mucho oro. Cargó su burro con el oro y se fue a casa. Cuando llegó a su casa les explicó a su esposa e hija lo que había pasado. Entonces la muchacha dijo que consentiría casarse para salvar a su padre. 

El viejo se fue a la ciudad llevando el oro. Quería venderlo, pero le dijeron que eran monedas de oro y que con ellas podía comprar muchas cosas. Compró comida y vestidos para su familia y volvió muy contento a casa.

Al cabo de los ocho días, tomó el viejo su hacha y su burro y se fue al bosque. Dió algunos golpes al tronco del árbol y salió el mismo extraño ser.

–¿Qué contestación me traes?–le dijo éste.

 –Mi hija consiente en casarse contigo–le dijo.

–Bien, pero hay una condición y es que las bodas se celebren en la próxima luna nueva, totalmente a oscuras y que ella nunca trate de verme, mientras yo no lo diga.

El viejo le dijo que así sería.

–Carga tu burro con todo el oro que quieras y compra todo lo que creas necesario para las bodas. Me casaré con tu hija en ocho días desde hoy.

El viejo cargó su burro de oro otra vez y volvió a casa. Le dijo todo a la hija y ella consintió en todo lo que el novio deseaba. Al cabo de los ocho días justo con la luna nueva se celebró la boda totalmente a oscuras. 

El novio era muy gentil, amable y cariñoso. Salía muy temprano cada mañana y volvía por la noche. La muchacha nunca había visto el rostro de su esposo, pero se sentía muy feliz y amada.

Un día la joven fue a visitar a su familia y vino una vecina a verla. Le preguntó si era feliz en su matrimonio. Ella le dijo que estaba muy contenta y que quería mucho a su esposo. Después le preguntó como era su marido, si era joven o viejo, feo o hermoso. Ella dijo que no sabía porque nunca le había visto.

–¡Cómo!–dijo la vecina.–¿Te has casado y no conoces a tu marido? Esto no es posible.

–Sí–dijo ella;–pues así lo pedía antes de casarse.

–Mujer–dijo la vecina.–¿cómo sabes si tu marido es un guapo o es horrendo? Es necesario verle. Toma este fósforo; cuando tu marido duerma, enciende el fósforo, y le verás.

La muchacha lo hizo así. Cuando llegó la media noche, encendió el fósforo y miró a su marido. Vio que era muy hermoso. Olvidó el fósforo y un pedazo cayó en la cara de su marido. Entonces él despertó y dijo:

–¡Ingrata, no has cumplido palabra! Has de saber que soy un príncipe encantado. Yo soy el príncipe Jalma. Estaba a punto de salir de mi encantamiento pero ahora es imposible por mucho tiempo. Si quieres volver a verme, tienes que gastar 7 zapatos de hierro hasta que me encuentres. Tienes que buscarme por toda la tierra.

El príncipe volvió a transformar su rostro en la cabeza de un jabalí y desapareció. La chica empezó a llorar y sintió haber seguido los consejos de la vecina. Al día siguiente se fue a la ciudad, compró zapatos de hierro y salió a buscar a su marido. Visitó muchas ciudades preguntando por el príncipe Jalma, pero ninguno le conocía. Cuando llegó al fin del mundo vio a la madre del viento del Norte y la saludó.

–¿Cómo le va, buena señora?

–Bien, hija,–le dijo;–¿qué haces aquí, cuando ni los pájaros llegan a estos lugares? Mi hijo te comerá.

–Señora, vengo en busca de mi marido, del príncipe Jalma. Tengo que gastar 7 zapatos de hierro hasta que le encuentre.

–Yo no lo conozco, hija,–dijo la madre del Norte,–pero es probable que mi hijo sí. Te esconderé debajo de esta olla. Cuando llegue le preguntaré.

Cuando llegó el viento, gritó:

–¡Hu-u-u-u! aquí huela a carne humana!

–¿Qué carne humana vendría aquí, hijo,–dijo la madre,–cuando ni los pájaros llegan a estos lugares?

Pero él siguió gritando:

–¡Hu-u-u-u! aquí huela a carne humana!

Su madre puso la mesa, y después que hubo comido, le dijo:

–Tengo que pedirte un favor. ¿Quieres concedérmelo?

–Hable señora– contestó.

–Has de saber que hay aquí una joven que busca de su marido, el príncipe Jalma. ¿Sabes dónde está? ¿Le conoces?

–Que salga –dijo el viento del Norte.

La niña salió y preguntó por su marido.

–Yo no conozco a tu marido–dijo el viento del Norte,–pero yo creo que mi amigo el viento del Sur puede conocerle. Te llevaré allí si quieres.

La niña dijo que quería ir con él y la madre del viento del Norte le regaló una gallina de oro y trigo de oro para vender en caso de necesidad.

El viento del Norte la tomó en brazos y la llevó al otro fin del mundo. Allí vio a la madre del viento del Sur y ésta le dijo:

–¿Qué haces aquí, hija, cuando ni los pájaros llegan a estos lugares? Mi hijo te comerá.

–Vengo en busca de mi marido, del príncipe Jalma. ¿No le conoce Ud. señora? El viento del Norte, que me trajo, dijo que pudieran darme noticias de él.

–Yo no le conozco, hija; pero es probable que mi hijo le conozca. La madre del viento delSur la escondió debajo de una olla y pronto se oyó un gran ruido y llegó el Sur.

–¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí!

–¿Qué carne humana puede venir aquí cuando ni los pájaros del cielo llegan a estos lugares? Siéntate a comer y conversemos.

Después que hubo comido le dijo su madre:

–Quiero pedirte un favor, si me lo concedes.

–Hable señora, y se lo concederé–contestó él.

–Ha venido aquí una mujer en busca de su marido, el príncipe Jalma. ¿Tú le conoces?

La joven salió y el viento del Sur le dijo:

–No le conozco; pero te llevaré a mi amigo el viento del Oeste y es muy probable que le conozca.

La madre del viento del Sur dió a la niña una cruz de oro y el viento del Sur la llevó a la casa del viento del Oeste. Éste tampoco conocía al príncipe Jalma y ofreció llevarla a su amigo el viento del Este. La madre del viento del Oeste le regaló un peine de oro para vender en caso de necesidad.

Cuando el viento del del Oeste llegó con la chica, encontraron a la madre del viento del Este. Ella la recibió con gran asombro y cariño. La joven hizo las mismas preguntas y la madre contestó:

–Mi hijo le conocerá.

Entonces la escondió debajo de la olla.

Cuando llegó el viento del Este, estaba muy enojado pero después que hubo comido, la madre sacó la muchacha y preguntó por el príncipe Jalma.

–Sí–le dijo,–le conozco, y sé donde está; te llevaré allá. Vive preso en una cueva con una criada que es una bruja desterrada y su hija. La hija quiere casarse con él para quitarle el encantamiento y quedarse con su riqueza. Nadie puede verle. Duerme bajo siete llaves.

La madre del viento del Este dió a la joven una taza de oro para vender en caso de necesidad.

Al fin llegó la muchacha a la cueva y supo que dentro de cuatro días se casaría el príncipe con la hija de la criada malvada. Ella se sentó en la puerta de la cueva, y trató de hacerse pasar por una tonta.

Se lavaba la cara con barro y hacía otras muchas tonterías. Entonces, sacó la gallina de oro. La hija de la bruja la vio y e dijo:

–Dame la gallina de oro.

–Si me dejas dormir en el cuarto del príncipe Jalma, te daré la gallina.- dijo la joven.

–Bien pobre tonta dormirás allí con el cabeza de jabalí- respondió.

Abrieron las siete llaves y entró en el cuarto del príncipe; pero antes echaron algo en el vino del príncipe para hacerle dormir. Así la joven le encontró  profundamente dormido.

Fue a su cama, le sacudió y le dijo:

–Príncipe, despierta, yo soy tu esposa. He gastado los 7 zapatos de hierro según me has pedido. Ahora te he encontrado; pero si no me reconoces te casarán con otra.

Pero él no despertó y al día siguiente la sacaron de allí y ella se fue otra vez a la puerta de la cueva. Sacó su peine de oro y se peinó.

Salió la hija de la bruja y le cambió el peine en las mismas condiciones; pero la misma cosa sucedió con el príncipe. Al tercer día sacó ella la cruz de oro, y la hija de la bruja se la cambió, pero no podía despertar a su marido.

El cuarto día sacó la taza de oro y la hija de la bruja se la cambió bajo las mismas condiciones. Pero el príncipe había empezado a sospechar algo y cuando le dieron el vino, no lo bebió. La chica entró en el cuarto y empezó de nuevo sus lamentaciones. Le dijo:

–Si no me reconoces esta noche estaré perdida para siempre. No tengo otra cosa con que cambiar mi entrada al cuarto. La hija de la bruja tiene la gallina de oro y el trigo de oro, el peine de oro, la cruz de oro y la taza de oro. Además, te casarán con ella mañana.

En este momento despertó el príncipe, su rostro se volvió a transformar en un apuesto joven y le dió un abrazo diciendo:

–¡Ninguna ha de ser mi esposa sino tú!

Al día siguiente lograron escapar y el viento del Este los llevó de regreso a su casa. Así que una vez roto el encantamiento pudieron regresar al castillo con la princesa. Donde vivieron muy felices y tuvieron mucho hijos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


Este cuento es uno de mis favoritos pues me lo contaba mi abuela. Pero no encuentro el autor ni de dónde es esta historia.